El Seminario es la institución que la Iglesia tiene para formar a sus futuros pastores, los sacerdotes diocesanos. Un sacerdote diocesano tiene como fuente de su espiritualidad la caridad pastoral y como modelo a Cristo Buen Pastor, maestro y modelo de la caridad pastoral.
Aprender a amar y a servir al Pueblo de Dios, y a todos los hombres creados a imagen y semejanza de su Creador, es algo que se va viviendo paso a paso. En el año introductorio a la formación, el Propedéutico, los seminaristas conocen al Cristo que sufre hoy en la “pastoral del dolor”. También visitan algunas parroquias con el fin de interiorizarse en la labor pastoral que desarrolla la Iglesia y sus miembros hoy en día.
En los años de Filosofía los seminaristas son destinados a una parroquia concreta donde cada sábado, junto al párroco y los sacerdotes que vivan con él, puede ir aprendiendo a vivir como un buen pastor al modo de Jesús. Tanto consagrados como laicos se convierten en “compañeros” y “profesores” para estos “aprendices” que están dispuestos a ser buena greda en las manos de Dios y de la Iglesia.
Durante el año pastoral los seminaristas se van a vivir durante un año a una parroquia. Esta experiencia permite que los seminaristas confronten sus motivaciones y progresos para configurarse cada día más con Cristo.
En la etapa de Teología, a través del servicio en una pastoral ambiental o en la parroquia dónde trabajan el fin de semana, los jóvenes van confirmando el llamado que les hizo el Señor. Al final de esa etapa, si así lo deciden, piden el diaconado y, luego de seis meses como mínimo, el presbiterado. Ya en el último año de teología han sido “destinados”; es decir, reciben un encargo pastoral en una parroquia dónde vivirán, normalmente, los primeros años de su sacerdocio.
Seminario Pontificio
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